sábado, 30 de abril de 2011

A Sábato.

Sale el sol que ilumina las calles que ayer fueron sólo neblina, sólo cemento distorsionado, sólo frío... Sale el sol, mientras el viento camina de casa en casa, y lo percibo extraño, cruel, fuerte, diferente... Percibo muerte. El día huele a café de funeraria. Siento tristeza en el viento, muertos, culpables, infieles, lágrimas... Un artista asesinado por su novia, o una novia asesinada por un artista. Siento un vacío que no es mío, y que aunque lo fuera me sería inherente, quizá un poco. Percibo dolor en su corazón, en el corazón de muchos, y el triste traste sin cerdas de la guitarra de la soledad, el triste lienzo blanco, que el tiempo torna amarillo, gris, negro...

Él se fue, y me siento sólo, más solo.

A Ernesto Sábato.

jueves, 21 de abril de 2011

Relatos de una realidad distorsionada 4. Sarcófago: Ritual Sacrílego


Mi religión la perdí hace ya varios años. Estudiar en un colegio Católico toda mi niñez y parte de mi adolescencia no le garantizó a mi familia formarme como ellos querían: católico, apostólico, romano. No. Por el contrario, estar dentro de las venas de la religión me abrió un poco la mente mientras veía como se la cerraban a mis compañeros; ver el manejo de la educación por parte de los clérigos, y el dinero, las injusticias y el cómo nos querían implantar sus "valores" y "virtudes" acomodadas a sus creencias fue fatal; pero darme cuenta de todo esto, a su vez, fue una cruz a cuestas, ya que al principio arremetí contra Dios, y el colegio contra mi modo de pensar. Después de muchas lecturas y vivencias, sigo sin creer pero entiendo que la culpa no es de Dios, porque no puedo culpar algo que no existe. Dios es un paraguas y una venda. La libertad de cultos no era muy aplicada en ese lugar, ni en este país.

Por estos días de Semana Santa he estado asistiendo a algunos de los rituales católicos, tal como lo hago año tras año. Aunque estoy en desacuerdo con muchas de sus cosas, ver en un templo personas de todos los estratos, pieles, razas y edades juntos, cantando con ferviente pasión me pone, literalmente, los pelos de punta, y me resulta interesante ver cómo la gente se olvida por un momento de sus problemas y se entrega a un ente superior, a un motor inmóvil, guiados por las palabras de un predicador. Me regocija ver que por lo menos en este país las personas se organizan en un templo para para recibir ese cuerpo y esa sangre de Cristo transformados en pan y vino. Ritual casi caníbal.

Pero no dejo de salir con cierta rabia, tristeza, desasosiego y melancolía tras las eucaristías. Es impresionante como la alegoría al cordero se transforma en creyentes. Así son todos, entregados a un cristo que ellos mismos crucificaron y ahora lo alaban, entregándole sus problemas y necesidades a un dios en una oración, como si se fueran a remediar los problemas de este país rezando y sin por lo menos a exigirle a quienes lo dirigen un buen manejo de nuestros impuestos. Me parece fatal y catastrófico ver como entregan su dinero para la construcción de una capilla, mientras vemos en televisión cifras de más de tres millones de personas damnificadas por el invierno. Me da sencillamente asco ver como predican ayuda al pobre, pero salen de la iglesia –y no hablo exclusivamente de la Católica- y no ven a la mujer indígena desplazada por la violencia con sus tres hijos tirada en un andén; pasan de largo ignorando un ser humano tan igual a ellos, tan hijo de dios como todos ustedes... Y me da desconsuelo ver la cantidad de dinero invertido en esta semana, en imágenes, en vestidos y en tantas vainas, mientras más de medio país se hunde bajo las aguas de la naturaleza enfurecida por tanta destrucción.

Hoy entré a la basílica de La inmaculada, cerca del Centro Comercial Parque Caldas, a eso de las 8 a.m. Fue impresionante escuchar el discurso del sacerdote, clamando a sus creyentes cómo una fiera herida -de esas que antes de morir atacan con más fuerza- que no juzgaran la religión y muchos menos a sus clérigos, que no los juzgaran por las miles de violaciones a lo largo de la historia, ni por la pedofilia... Que no los juzguen por el concordato, por los asesinatos, por el robo de dinero y por el suicidio de conciencia al que nos están sometiendo agarrados de las manos con el sistema. Que no los juzguemos por el racismo, el machismo, el apoyo a los nazis, a las diferentes sectas monetarias, y mucho menos por privarnos de derechos tan básicos como la libertad, derechos otorgados por Dios para todos los hombres. Que fueron otros tiempos, y que el tiempo lo cura todo. Y me acuerdo de la antigua Grecia, más específicamente de Edipo, cuando, aun aunque había actuado desde el desconocimiento, notó que por sus errores los dioses castigaban a los suyos, y se arrancó los ojos en señal de arrepentimiento. Cuando descubrió la verdad de su error, y que había fallado aún cuando creía que hacía lo correcto, se hizo merecedor del castigo. No saber que se comete un error no nos deja exentos de aceptar la culpa y el castigo.

"La justicia divina se encargará". ¡Patrañas conformistas!


Y lamento decirlo, pero no pretendo usar el perdón y olvido contra esta institución; yo no perdono los millones de muertos en las cruzadas, de la edad media, de la edad contemporánea. Mucho menos el atraso político, cultural, artístico y económico al que nos sometieron durante más de 1300 años. No perdono, ni olvido haber visto a un sacerdote sacar a gritos a un mendigo a mitad de la eucaristía, finalizando el evangelio, como tampoco perdono la cantidad desmesurada de dinero que queda en sus urnas, en sus cuentas bancarias, mientras el mundo se cae a pedazos. No perdono al vaticano por ser tan miserablemente rico mientras ven como en África mueren de hambre miles, millones. No perdono una institución que degradó un mensaje  como el de Jesús, el Cristo. No perdono la tergiversación de la palabra amor.

...y ahora, volar se hace cada vez más difícil entre tantas personas arrodilladas, acribilladas, con la realidad distorsionada. Me siento como un perro sin dueño, mirando al horizonte, sólo... sin religión, casi que sin fe.

miércoles, 20 de abril de 2011

Colores

Pretendo hacerle un tributo a la pequeña de los ojos marrones. Pretendo que la viajera del sombrero detenga su viaje para saludarme. Quizá pretenda ser la sombra de su sombra, iluminarme con algo de su luz y gritarle al alba por tanta belleza. Pretendo de su memoria robarme un espacio. Pretendo ser su amigo por un minuto de vida breve, ver sus ojos abiertos, escuchar el seductor tono de su voz, palpar sus manos, y leer sus letras. Pretendo correr bajo la lluvia de colores que emana con su presencia. Pretendo darte mil preguntas sin respuestas en hojas, en cantos repentinos, en poemas tristes, a veces felices. Pretendo ser su hombro, su abrazo, su abrigo, pretendo admirarla como siempre lo he hecho, y caer a la jaula del tiempo mientras el viento trae las mismas hojas llenas de respuestas, de cantos, de amores. Pretendo insinuar un cambio en el pretendo, por un quiero.

Para Andrea Ospina Santamaría...

miércoles, 13 de abril de 2011

¿Qué nos hace artistas?

¿Nace o se hace? Es lo primero que alguien piensa cuando se hace la pregunta planteada en el título del presente texto. No quiero ahondar mucho en ello, ya me he asfixiado muchas veces en cuestiones como estas, y la conclusión ha sido siempre la misma: ambas. El artista puede ser autodidacta si nace con el don. Quiero decir con ello que -por ejemplo-, un cantante sin formación puede comenzar desde muy pequeño a demostrar sus dotes, ya que es un don natural que tiene, el de tener un registro de voz mejor que el de las demás otrora de personas. Otra cosa es cuando el cantante no nace con el don, pero gracias a ejercicios de práctica vocal, maestros y expertos en el tema de la voz y el manejo del aire, las cuerdas vocales, etc. lo forjan para tener una voz afinada. Y el mejor cantante es quien recibe algo de ambos: una buena voz, con excelente técnica adquirida por el estudio a través de los años. Lo mismo pasa con el resto de las artes, auto-didactísmo de la mano de un don. Pero como ya lo dije, la cuestión que trataré en este escrito no será esto, es algo muy diferente, sin tinte poético, filosófico, narrativo o descriptivo más que lo necesario.

¿Qué nos hace artistas? La infelicidad.

Si, el artista es un ser infeliz, que en su insatisfacción siempre encuentra complacencia, felicidad, por contradictorio que suene. Hablaré de alguien que no es artista pero intenta hacerlo: hace dos semanas entré en una crisis tanto interna como externa, y noté que llené casi un cuaderno de escritos, logré escribir más de seis canciones, dibujé en carboncillo ocho dibujos, y comencé un proyecto de pintura al óleo que hace meses tenía en mente, entre otras cosas. Admito que me sentía muy mal, pero ahora que la felicidad ha regresado a mi, noto con agrado todo lo que logré hacer en mi crisis, e intento realizar, al menos, una tercera parte y aunque lo logro hacer en cantidad, no quedan con la pasión que escribí, canté, toqué y pinté cuando la crisis me invadió por completo.

El artista es masoquista; así me siento yo -que no soy artista- la mayoría de veces; cuando no tengo crisis, las creo, si no las creo, me las invento. Me puedo atormentar con los paradigmas de familias vecinas, de gente que ni conozco. Puedo terminar relaciones con amigos, de años, sólo para sentirme mal y escribir una bonita canción. Puedo inventarme infidelidades, engaños, traiciones y creer que en realidad suceden y me atacan. La chispa creativa de la realidad es nuestra propia lucha interna. Los sentimientos extremos hacen del hombre un artista, o un intento de este.

¿Quién no se ha desahogado en sus momentos de tristeza, celos o rabia, escribiendo algo? 

No es la guerra, la miseria, el hambre, la sociedad, la falta de oportunidades, los atropellos, los dolores o las penas amorosas los enemigos de un artista, no, esas son musas; el enemigo número uno de un artista es la felicidad, lo demás viene por añadidura.

domingo, 10 de abril de 2011

Desde cero.

Ambos caminábamos de la mano por la avenida Santander. Yo, observaba el piso y navegaba en mis tenis a cuadros; era el capitán de la aventura que se avecinaba. Tú, navegabas en mi barca mirando al frente, algo preocupada por tu cabello. Y yo sonreía al verte a mi lado, al sentir tus dedos junto a los míos, al sentirme vivo cuando la lluvia golpeaba la proa de mi barco.

Luego, una rosa se unió a nuestros cuellos, cerca del pecho, cerca del corazón, de dos corazones que laten como uno, rápido, fugaces, veloces, inmortales. Tu manejas mi barco con las facciones de tu rostro; llegamos al bar.

Aún recuerdo esa escena... Every breath you take. Una cerveza tras otra y otra... y otra. Nuestras rodillas juntas, nuestros cuerpos deseando calor, tus manos, las mías. Otra cerveza, diez verdades, diez lágrimas. Tú haces de mis ojos un mar de agua salada.  Ebrios. Más cerveza. Menos amor. Más verdades. Licor furioso por nuestros cuerpos. Pasión por las venas. Deseo por la espina dorsal. Lágrima en los ojos, y agua en el pelo. Cerveza. Ebrios de alcohol, de verdades, otro poquito amor. Haciendo nuestro amor más mortal. Sufriendo, luchando contra ellos y contra nosotros. Tratando de encender de nuevo la llama que nace cuando nos observamos. Besando tu pequeño lunar en el labio. 

Comenzando de cero como si hubiésemos tenido un accidente y se nos invadiera la cabeza de amnesia. Cómo escribir nuestra historia y borrar los errores del pasado con un borrador mientras observamos que la hoja quedó marcada con cicatrices imborrables, inolvidables, pero cada vez más invisibles. 

Escribiendo desde cero nuestro amor, 

¿sin terceros?.