jueves, 21 de abril de 2011

Relatos de una realidad distorsionada 4. Sarcófago: Ritual Sacrílego


Mi religión la perdí hace ya varios años. Estudiar en un colegio Católico toda mi niñez y parte de mi adolescencia no le garantizó a mi familia formarme como ellos querían: católico, apostólico, romano. No. Por el contrario, estar dentro de las venas de la religión me abrió un poco la mente mientras veía como se la cerraban a mis compañeros; ver el manejo de la educación por parte de los clérigos, y el dinero, las injusticias y el cómo nos querían implantar sus "valores" y "virtudes" acomodadas a sus creencias fue fatal; pero darme cuenta de todo esto, a su vez, fue una cruz a cuestas, ya que al principio arremetí contra Dios, y el colegio contra mi modo de pensar. Después de muchas lecturas y vivencias, sigo sin creer pero entiendo que la culpa no es de Dios, porque no puedo culpar algo que no existe. Dios es un paraguas y una venda. La libertad de cultos no era muy aplicada en ese lugar, ni en este país.

Por estos días de Semana Santa he estado asistiendo a algunos de los rituales católicos, tal como lo hago año tras año. Aunque estoy en desacuerdo con muchas de sus cosas, ver en un templo personas de todos los estratos, pieles, razas y edades juntos, cantando con ferviente pasión me pone, literalmente, los pelos de punta, y me resulta interesante ver cómo la gente se olvida por un momento de sus problemas y se entrega a un ente superior, a un motor inmóvil, guiados por las palabras de un predicador. Me regocija ver que por lo menos en este país las personas se organizan en un templo para para recibir ese cuerpo y esa sangre de Cristo transformados en pan y vino. Ritual casi caníbal.

Pero no dejo de salir con cierta rabia, tristeza, desasosiego y melancolía tras las eucaristías. Es impresionante como la alegoría al cordero se transforma en creyentes. Así son todos, entregados a un cristo que ellos mismos crucificaron y ahora lo alaban, entregándole sus problemas y necesidades a un dios en una oración, como si se fueran a remediar los problemas de este país rezando y sin por lo menos a exigirle a quienes lo dirigen un buen manejo de nuestros impuestos. Me parece fatal y catastrófico ver como entregan su dinero para la construcción de una capilla, mientras vemos en televisión cifras de más de tres millones de personas damnificadas por el invierno. Me da sencillamente asco ver como predican ayuda al pobre, pero salen de la iglesia –y no hablo exclusivamente de la Católica- y no ven a la mujer indígena desplazada por la violencia con sus tres hijos tirada en un andén; pasan de largo ignorando un ser humano tan igual a ellos, tan hijo de dios como todos ustedes... Y me da desconsuelo ver la cantidad de dinero invertido en esta semana, en imágenes, en vestidos y en tantas vainas, mientras más de medio país se hunde bajo las aguas de la naturaleza enfurecida por tanta destrucción.

Hoy entré a la basílica de La inmaculada, cerca del Centro Comercial Parque Caldas, a eso de las 8 a.m. Fue impresionante escuchar el discurso del sacerdote, clamando a sus creyentes cómo una fiera herida -de esas que antes de morir atacan con más fuerza- que no juzgaran la religión y muchos menos a sus clérigos, que no los juzgaran por las miles de violaciones a lo largo de la historia, ni por la pedofilia... Que no los juzguen por el concordato, por los asesinatos, por el robo de dinero y por el suicidio de conciencia al que nos están sometiendo agarrados de las manos con el sistema. Que no los juzguemos por el racismo, el machismo, el apoyo a los nazis, a las diferentes sectas monetarias, y mucho menos por privarnos de derechos tan básicos como la libertad, derechos otorgados por Dios para todos los hombres. Que fueron otros tiempos, y que el tiempo lo cura todo. Y me acuerdo de la antigua Grecia, más específicamente de Edipo, cuando, aun aunque había actuado desde el desconocimiento, notó que por sus errores los dioses castigaban a los suyos, y se arrancó los ojos en señal de arrepentimiento. Cuando descubrió la verdad de su error, y que había fallado aún cuando creía que hacía lo correcto, se hizo merecedor del castigo. No saber que se comete un error no nos deja exentos de aceptar la culpa y el castigo.

"La justicia divina se encargará". ¡Patrañas conformistas!


Y lamento decirlo, pero no pretendo usar el perdón y olvido contra esta institución; yo no perdono los millones de muertos en las cruzadas, de la edad media, de la edad contemporánea. Mucho menos el atraso político, cultural, artístico y económico al que nos sometieron durante más de 1300 años. No perdono, ni olvido haber visto a un sacerdote sacar a gritos a un mendigo a mitad de la eucaristía, finalizando el evangelio, como tampoco perdono la cantidad desmesurada de dinero que queda en sus urnas, en sus cuentas bancarias, mientras el mundo se cae a pedazos. No perdono al vaticano por ser tan miserablemente rico mientras ven como en África mueren de hambre miles, millones. No perdono una institución que degradó un mensaje  como el de Jesús, el Cristo. No perdono la tergiversación de la palabra amor.

...y ahora, volar se hace cada vez más difícil entre tantas personas arrodilladas, acribilladas, con la realidad distorsionada. Me siento como un perro sin dueño, mirando al horizonte, sólo... sin religión, casi que sin fe.

No hay comentarios.: