jueves, 23 de junio de 2011

Caen las 3 de la madrugada

Cae el frío acompañante de la noche sobre mi cabeza como una bomba atómica...
y estás aquí.
Cae un caído en alguna guerra de alguna guerra...
y estás aquí
Cae una lágrima tras otra de tus lagrimales a mi hombro...
y estás aquí
Cae una rosa marchita aplastada por unas crueles botas...
y estás aquí
Cae una hoja tras la falencia de otra...
y estás aquí
Caigo yo mientras cae el mundo...
y estás aquí

Pero cae tu sonrisa
y se cae mi cielo,
el infierno
y el purgatorio
en su infinidad terrenal...

...y estoy aquí, allá o allí
tratando de dibujar una sonrisa en tu rostro,
tal y como tú cada día dibujas
una en mi vida.

A Camila Morales.

viernes, 10 de junio de 2011

"Progreso"

Hoy, realizando una diligencia, me encontré con una casa totalmente destruida. Se me hizo agua el corazón, y de inmediato pensé en esa familia que allí vivía. Probablemente vivían seis o siete personas, era una casa espaciosa, construida con amor, sudor y esfuerzo. Colorida, viviente.. 

Mas ahora sólo queda el sucio y frío asfalto, cemento destruido y gastado, y el dolor en sus alrededores que  se respira y se adentra en todo quien detalle lo que se nos muestra ante los ojos, que no es más que casa destruida por el progreso. La tenue neblina en un día cálido que se postraba sobre esta casa, la sentí como una triste mujer que había sido violada, que había perdido su rostro, que había perdido su fuerza interior, su alma. 

Esa familia, que allí habitaba, por la excusa del progreso debió ser destruida, tanto la casa como la dignidad de estas personas, quien con el poco dinero que reciben generalmente por la destrucción de sus hogares, sólo les alcanza para comprar un pequeño apartamento multifamiliar de escasas dos habitaciones, en un barrio con pésimas condiciones de vida y déficit en el sistema de transporte. Una casa construida en veinte o treinta años, fue destruida en tan solo uno o dos días, revelando la intimidad de cada familia... ahora el inodoro se encuentra tirado en el piso destruido... Las paredes poco a poco pierden el color, y la naturaleza con su fuerza se encarga de hundir el concreto que escasamente aún queda... 

Pasa un niño, que vivió sus primeros y últimos doce años en esa casa, y ve como todos sus sueños se le cayeron al piso por la tenue excusa del progreso, cuya única justificación es embellecer una ciudad por fuera, mientras las élites se apropian por completo de ella y marginan a los desfavorecidos en barrios que se convierten en campos de concentración y de batalla, donde todos se pierden en pandillas, en burdeles y en la misma droga como manera de escapar al mundo, y no como momento de exploración de la mente y de recreación. La falta de oportunidades los acribilla a todos contra la pared del olvido.

Esta es la realidad del Barrio San José, de la ciudad de Manizales, un proyecto vampiro que destruyó cientos de familias, y pretende destruir más de cuatro colegios, parques, y la vida de mucha gente que cada mañana se levanta a construirles a ellos, a la élite, sus hogares, a cultivar sus alimentos, y a sostener esta doliente sociedad... ¿Progreso? ¡Cuál progreso!

miércoles, 1 de junio de 2011

Hiroshima




Ocho de la mañana. Las calles se iluminan por el sol, que muestra los rayos que se jadean encendiendo con sus partículas cada centímetro de cada ser; al tiempo, los habitantes de una ciudad al oeste de Japón labran la tierra, y una que otra persona está en conflicto con su maquillaje… Una hermosa niña, cuya edad no supera los dedos de sus manos, de cabellos negros y lacios, de rostro redondo y mejillas salpicadas por el rocío, divisa el cielo y ve al fondo, entre la vaga línea al horizonte, un pájaro gigante, uno como tantos ha visto últimamente. Pero éste va sólo,

Y brotan de su dictamen las preguntas… ¿Qué tan joven está el mundo?; ¿Qué tan lozana es ella?; ¿Cuál es la edad perfecta para morir?; ¿Serán los nueve años?; ¿Será un día después de su cumpleaños, el día dotado de beldad para llegar a ese fin ineludible llamado muerte?; las preguntas llegan a su cabeza, una tras otra, como un bombardeo: fuertes, directas, asesinas, nucleares.

Ocho quince de la mañana. Un avión en el aire, como un pájaro gigante, recibe una llamada de confirmación y atiende a ella como a un instinto. Una caja se desprende de él con un paracaídas, y todos, anonadados, se preguntan, ¿qué nos enviaron que necesita de un paracaídas? ¿la rendición?

No hubo un sólo momento de respuesta más allá de la pregunta retórica y terrorífica frente aquella caja que caía lentamente del cielo. Todo luego fue confusión, un fuerte sonido, una luz tan blanca que enceguecía. Estalló la bomba.

¿Dónde quedaron los sueños de esta pequeña?; ¿Quién le intentó responder estas preguntas?; ¿Cuánto valemos?... jugando a la sosa guerra, traveseando a controlar un mundo que ha sido de nadie, para tenerlo en sus manos… a sabiendas de que lo que ven no es más que una ilusión; a sabiendas de que lo que persiguen es solo un papel plasmado con más sangre que tinta… 

¿Quién tiene más derecho que la verdad para destruir los sueños?