miércoles, 13 de abril de 2011

¿Qué nos hace artistas?

¿Nace o se hace? Es lo primero que alguien piensa cuando se hace la pregunta planteada en el título del presente texto. No quiero ahondar mucho en ello, ya me he asfixiado muchas veces en cuestiones como estas, y la conclusión ha sido siempre la misma: ambas. El artista puede ser autodidacta si nace con el don. Quiero decir con ello que -por ejemplo-, un cantante sin formación puede comenzar desde muy pequeño a demostrar sus dotes, ya que es un don natural que tiene, el de tener un registro de voz mejor que el de las demás otrora de personas. Otra cosa es cuando el cantante no nace con el don, pero gracias a ejercicios de práctica vocal, maestros y expertos en el tema de la voz y el manejo del aire, las cuerdas vocales, etc. lo forjan para tener una voz afinada. Y el mejor cantante es quien recibe algo de ambos: una buena voz, con excelente técnica adquirida por el estudio a través de los años. Lo mismo pasa con el resto de las artes, auto-didactísmo de la mano de un don. Pero como ya lo dije, la cuestión que trataré en este escrito no será esto, es algo muy diferente, sin tinte poético, filosófico, narrativo o descriptivo más que lo necesario.

¿Qué nos hace artistas? La infelicidad.

Si, el artista es un ser infeliz, que en su insatisfacción siempre encuentra complacencia, felicidad, por contradictorio que suene. Hablaré de alguien que no es artista pero intenta hacerlo: hace dos semanas entré en una crisis tanto interna como externa, y noté que llené casi un cuaderno de escritos, logré escribir más de seis canciones, dibujé en carboncillo ocho dibujos, y comencé un proyecto de pintura al óleo que hace meses tenía en mente, entre otras cosas. Admito que me sentía muy mal, pero ahora que la felicidad ha regresado a mi, noto con agrado todo lo que logré hacer en mi crisis, e intento realizar, al menos, una tercera parte y aunque lo logro hacer en cantidad, no quedan con la pasión que escribí, canté, toqué y pinté cuando la crisis me invadió por completo.

El artista es masoquista; así me siento yo -que no soy artista- la mayoría de veces; cuando no tengo crisis, las creo, si no las creo, me las invento. Me puedo atormentar con los paradigmas de familias vecinas, de gente que ni conozco. Puedo terminar relaciones con amigos, de años, sólo para sentirme mal y escribir una bonita canción. Puedo inventarme infidelidades, engaños, traiciones y creer que en realidad suceden y me atacan. La chispa creativa de la realidad es nuestra propia lucha interna. Los sentimientos extremos hacen del hombre un artista, o un intento de este.

¿Quién no se ha desahogado en sus momentos de tristeza, celos o rabia, escribiendo algo? 

No es la guerra, la miseria, el hambre, la sociedad, la falta de oportunidades, los atropellos, los dolores o las penas amorosas los enemigos de un artista, no, esas son musas; el enemigo número uno de un artista es la felicidad, lo demás viene por añadidura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo con lo que plantea, al menos no al poner a la felicidad como enemiga número uno del artista. ¿Acaso no ha dicho usted que estando feliz ha escrito cantidades de cosas? También dijo que no de la calidad que tenían sus obras hechas en momentos de desasociego y penuria pero ¿no las considera también obras de arte?. Es probable que la felicidad no sea su mejor aliada (la del artista, y creo que es válido afirmar que de algunos artitas) pero eso no la convierte en algo así como una enemiga.