viernes, 19 de julio de 2013

Salvamento N° 2 (Orlando Sierra Hernández)

(…) además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.

Orlando Sierra Hernández – Señales de difunto.

Ya son casi once los años que han pasado desde que Orlando Sierra fue asesinado, y son también casi once los años en los que el crimen ha permanecido en la completa impunidad; unos han salido de la carcel, otros han entrado, otros han dicho toda una serie de disparates, y la clase política a la que Orlando dirigía su crítica se cubre bajo el velo del terror que enmudece nuestras calles y campos colombianos.

Decía su amigo, el escritor Octavio Escobar memorando a Capote en su Segunda Serenata en Memoria de Orlando Sierra, publicada por el blog Nos van a perdonar, que éste “habla de deseos y esperanza, de frustraciones y derrotas, de afecto y soledades. Refiriéndose a la ciudad que lo adoptó y también lo mató”. Acertada aquella semblanza, ya que la tierra natal de Orlando fue Santa Rosa de Cabal, pero su corazón perteneció a Manizales, y fue precisamente en ésta ciudad donde le detuvieron, a sonido del estallido de la pólvora entremezclada al plomo, el latido de su álgido corazón que luchó, columna tras columna en el diario La Patria, contra las oligarquías políticas que han desangrado una generación detrás de la otra de la ciudad de las puertas abiertas a la corrupción, cuan si fuera una especie de paraíso fiscal colombiano.


Recuerdo que apenas contaba yo con nueve años cuando vi entrar a mi padre a casa, contrariado y exasperado, a relatarle a mi madre no sólo la muerte de Orlando, sino de un vendedor de dulces que fue testigo del asesinato, a quien también “lo murieron”. Otro más en el lugar equivocado, dentro de un país lleno de rincones, esquinas, calles y campos equivocados; y no fueron los únicos que murieron por el caso: vinieron otros dos, tres, cuatro… luego el silencio. Yo, mientras veía hablar a mi padre, me acordaba del otro periodista que tanto aún quiero, Jaime Garzón: hice memoria de las balas, de la muerte, del silencio, y de una canción interpretada por Cesar Mora en Yo José Gabriel que vi cantar por aquel periodista, entusiasmado, dos o tres días antes del atentado que también le quitó la vida; quiero morirme de manera singular, quiero un adiós, un carnaval.

Algunos años después pude leer las columnas de Orlando Sierra en el libro Punto de Encuentro, una selección de sus mejores columnas hecha por el periódico La Patria  en Octubre del 2002; las que me faltaban, logré leerlas en el archivo histórico del diario guardado en la Biblioteca del Banco de la República, cuando estaba situada en la carrera veintitrés, en pleno centro de la ciudad. En las columnas conocí familias, apellidos, Yepes, Barcos, partidos políticos, Liberales, Conservadores y una cantidad de tinterillos que hacían cumplir todas las órdenes de aquellos poderosos de vasto renombre cual mafia siciliana. Hasta ahí supe del periodista; tiempo más tarde descubrí que las crónicas informativas eran tan sólo una faceta de Orlando, ya que en algún otro texto escrito por el ya mencionado Octavio, y un artículo de la revista Cromos, rememoraban, no sin cierta nostalgia, los proyectos en prosa del periodista y las cuidadas y cultivadas poesías que había escrito, algunas publicadas por la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía.

También escribió algunas novelas. La novela La Estación de los Sueños (La gare des rêves), imposible de conseguir en la ciudad que lo vio morir, fue impresa, editada y publicada por la Casa de Escritores y Traductores Extranjeros de Saint-Nazaire (ciudad de la Bretaña francesa) en el 2007. Me di entonces a la labor de conseguir sus poemarios, entre los que adquirí un pequeño y bien cuidado libro publicado, precisamente, por la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía, titulado Celebración de la Nube, con ilustraciones de Walter Castañeda, en el año de 1992, y reeditado por la misma Casa en 1995, junto a otros poetas caldenses como Edgardo Escobar (Esta belleza inexplicable), Álvaro Marín (Jinete de Sombras), Flobert Zapata (Copia del Insecto), Dominga Palacios (Del lado cinco de mi corazón), y el infaltable Fernando Mejía Mejía, en un poemario seleccionado y prologado por Flobert, titulado Un bosque flotando entre ciudades, entre otros poetas.


Algunas de las mejores letras caldenses han sido forjadas a fuerza de la crónica y del periodismo; tal fue el caso de Aquilino Villegas, Juan Bautista López Obregón, José Vélez Sáenz, Bernardo Arias Trujillo, Alejandro Vallejo y muchos otros, entre los que indudablemente se encuentra Orlando Sierra. En ésta segunda entrega de Salvamento, queremos dar a conocer una selección personal de poemas, sin ningún criterio más que la evocación pasional, del gran periodista, poeta y prosista Orlando Sierra Hernández, quien nos enseñó que hay que atacar aquel silencio que no dice nada, porque es precisamente ese el silencio que tanto daño nos ha hecho desde que se posó como un velo inmutable sobre nuestro país: hablo del silencio por el miedo a ser silenciados. 


Poemas escogidos de Celebración de la Nube:

Certeza
Ahora que sé
que el aire más puro que respiro
es el que viene de tu aliento
reconozco que te amo.

Salvación
Como quien salta al mar
ante lo irremediable del naufragio,
así voy al día.
Agua turbia el tiempo,
tormenta del mediodía por entre el tráfago de
                                                           la ciudad.
De sol a sol
braceando el aire, el pan, la vida,
la balsa salvadora de la noche
que me conduzca a la tierra firme de tu
                                                           cuerpo,
a las penínsulas de tus senos.

Mientras nos amamos

Desanudados los cuerpos,
la tarea de restituir el mundo
viene entonces.
Al cielo la ebria luna
que cayó derrumbada en la charca,
la escucha insomne,
perdidos los oídos
por el canto de sirena de nuestra dicha.
Desfallece todo
mientras perdura nuestra entrega.
La noche en algún lado se destiñe de luz,
se desmorona la muerte
entre los besos.

Iniciación

La pasión aletea
entre los dedos ciegos
de los amantes.
Torpes manos,
como de cirujano que ha perdido el pulso,
hacen la primera caricia.

El no suicida

En mitad de la noche
y bajo un árbol maduro de pájaros
se acurruca siempre
el no suicida.
Ese hombre
que no disparó su arma
ni al corazón ni al desengaño
llora allí su costumbre del mundo.

Preguntando por el aire

Este aire
            que ahora mismo respiro,
¿de mi cuerpo hacia qué cuerpo irá?
¿Quién lo ha remitido a mí?
¿Fue acaso un aire respirado en la risa,
en el llanto, en el momento del amor
o a la hora de salir del sueño,
cuando es aliento cálido el aire que viene de la
                                                           noche?
¿Baten las alas del pájaro este aire
antes de llegar al otro
o simplemente va de mi boca a sus pulmones
como me llega el agua del río
por el grifo o la ducha?
¿Qué de mí se va en el aire; qué me llega?
¿Qué último aliento tocará el poema?

Poemas publicados por la revista Viejo Caldas:

Señales de difunto

Empezaré por decirles,
que no me importa el refugio.
Sé de antemano donde se halla el lugar,
no sabiendo exactramente
el sitio determinado.
Sin embargo (lo más seguro) iré a ojos cerrados.
Reviviré mi antigua
severidad de rostro
(ahora por razones valederas)
No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados;
tampoco preguntaré
qué se hubo de hipotecar para conseguir la caja
(será incómodo hablar en ese instante),
además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.

Tus pechos en tierra.

Abres tu blusa
y avanzan tus pechos
como navíos
en el océano del aire.
Mis manos,
islotes donde encallan.
Pero luego
te vienes hasta mi pecho
y es como si llegaran a puerto,
como si desembocaran
en tierra firme.
En mi boca
-cuando los abandonas a mis besos-
se embriagan
como un marinero en un burdel.
 

Alquimia

Para algunos la alquimia
es trasmutar en la retorta
la escoria en oro.
Para mí es conquistarte,
hacer que me quieras.
Sólo así oro será mi nombre
en el enrojecido
caldero de tu lengua.
Ese es el secreto.


Daniel Ballesteros Sánchez
Manizales, Caldas – 2013.

4 comentarios:

Mario Andrés Suarez. dijo...

Siempre me da tristeza pensar en que sería hoy por hoy Orlando si no se hubiese ido. Lamentablemente quienes los mataron se niegan a irse. Buena entrada Daniel, gracias por la memoria.

Anónimo dijo...

Recuerdo con nostalgia a nuestro Orlando. Pásate por el colegio que hace mucho no hablamos, muy bien escrita como siempre... att: Antonio C.

Anónimo dijo...

Ah! :)

VERA ANTONIA MARIA dijo...

Intempestivo...