(…) además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.
Al fin soy la figura central en el entierro.
Orlando Sierra Hernández – Señales de difunto.
Ya son casi
once los años que han pasado desde que Orlando Sierra fue asesinado, y son también
casi once los años en los que el crimen ha permanecido en la completa
impunidad; unos han salido de la carcel, otros han entrado, otros han dicho
toda una serie de disparates, y la clase política a la que Orlando dirigía su
crítica se cubre bajo el velo del terror que enmudece nuestras calles y campos
colombianos.
Decía su
amigo, el escritor Octavio Escobar memorando a Capote en su Segunda Serenata en Memoria de Orlando
Sierra, publicada por el blog Nos van a perdonar, que éste “habla de deseos y esperanza, de frustraciones y
derrotas, de afecto y soledades. Refiriéndose a la ciudad que lo adoptó y
también lo mató”. Acertada aquella semblanza, ya que la tierra natal de Orlando
fue Santa Rosa de Cabal, pero su corazón perteneció a Manizales, y fue
precisamente en ésta ciudad donde le detuvieron, a sonido del estallido de la
pólvora entremezclada al plomo, el latido de su álgido corazón que luchó,
columna tras columna en el diario La
Patria, contra las oligarquías políticas que han desangrado una generación
detrás de la otra de la ciudad de las puertas abiertas a la corrupción, cuan si
fuera una especie de paraíso fiscal colombiano.
Recuerdo que
apenas contaba yo con nueve años cuando vi entrar a mi padre a casa,
contrariado y exasperado, a relatarle a mi madre no sólo la muerte de Orlando,
sino de un vendedor de dulces que fue testigo del asesinato, a quien también “lo
murieron”. Otro más en el lugar equivocado, dentro de un país lleno de
rincones, esquinas, calles y campos equivocados; y no fueron los únicos que
murieron por el caso: vinieron otros dos, tres, cuatro… luego el silencio. Yo,
mientras veía hablar a mi padre, me acordaba del otro periodista que tanto aún
quiero, Jaime Garzón: hice memoria de las balas, de la muerte, del silencio, y
de una canción interpretada por Cesar Mora en Yo José Gabriel que vi cantar por aquel periodista, entusiasmado, dos
o tres días antes del atentado que también le quitó la vida; quiero morirme de manera singular, quiero un
adiós, un carnaval.
Algunos años
después pude leer las columnas de Orlando Sierra en el libro Punto de Encuentro, una selección de sus mejores columnas
hecha por el periódico La Patria en Octubre del 2002; las que me faltaban, logré
leerlas en el archivo histórico del diario guardado en la Biblioteca del Banco
de la República, cuando estaba situada en la carrera veintitrés, en pleno
centro de la ciudad. En las columnas conocí familias, apellidos, Yepes, Barcos,
partidos políticos, Liberales, Conservadores y una cantidad de tinterillos que
hacían cumplir todas las órdenes de aquellos poderosos de vasto renombre cual
mafia siciliana. Hasta ahí supe del periodista; tiempo más tarde descubrí que
las crónicas informativas eran tan sólo una faceta de Orlando, ya que en algún
otro texto escrito por el ya mencionado Octavio, y un artículo de la revista
Cromos, rememoraban, no sin cierta nostalgia, los proyectos en prosa del
periodista y las cuidadas y cultivadas poesías que había escrito, algunas
publicadas por la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía.
También
escribió algunas novelas. La novela La
Estación de los Sueños (La gare des
rêves), imposible de conseguir en la ciudad que lo vio morir, fue impresa,
editada y publicada por la Casa de
Escritores y Traductores Extranjeros de Saint-Nazaire (ciudad de la Bretaña
francesa) en el 2007. Me di entonces a la labor de conseguir sus poemarios,
entre los que adquirí un pequeño y bien cuidado libro publicado, precisamente,
por la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía, titulado Celebración de la Nube, con ilustraciones de Walter Castañeda, en
el año de 1992, y reeditado por la misma Casa en 1995, junto a otros poetas
caldenses como Edgardo Escobar (Esta
belleza inexplicable), Álvaro Marín (Jinete
de Sombras), Flobert Zapata (Copia del
Insecto), Dominga Palacios (Del lado
cinco de mi corazón), y el infaltable Fernando Mejía Mejía, en un poemario
seleccionado y prologado por Flobert, titulado Un bosque flotando entre ciudades, entre otros poetas.
Algunas de
las mejores letras caldenses han sido forjadas a fuerza de la crónica y del
periodismo; tal fue el caso de Aquilino Villegas, Juan Bautista López Obregón,
José Vélez Sáenz, Bernardo Arias Trujillo, Alejandro Vallejo y muchos otros,
entre los que indudablemente se encuentra Orlando Sierra. En ésta segunda
entrega de Salvamento, queremos dar a
conocer una selección personal de poemas, sin ningún criterio más que la
evocación pasional, del gran periodista, poeta y prosista Orlando Sierra Hernández,
quien nos enseñó que hay que atacar aquel silencio que no dice nada, porque es
precisamente ese el silencio que tanto daño nos ha hecho desde que se posó como
un velo inmutable sobre nuestro país: hablo del silencio por el miedo a ser
silenciados.
Poemas escogidos de Celebración
de la Nube:
Certeza
Ahora que sé
que el aire más puro que respiro
es el que viene de tu aliento
que el aire más puro que respiro
es el que viene de tu aliento
reconozco que te amo.
Salvación
Como quien salta al mar
ante lo irremediable del naufragio,
así voy al día.
ante lo irremediable del naufragio,
así voy al día.
Agua turbia el tiempo,
tormenta del mediodía por entre el tráfago de
la ciudad.
tormenta del mediodía por entre el tráfago de
la ciudad.
De sol a sol
braceando el aire, el pan, la vida,
la balsa salvadora de la noche
que me conduzca a la tierra firme de tu
cuerpo,
a las penínsulas de tus senos.
braceando el aire, el pan, la vida,
la balsa salvadora de la noche
que me conduzca a la tierra firme de tu
cuerpo,
a las penínsulas de tus senos.
Mientras
nos amamos
Desanudados los cuerpos,
la tarea de restituir el mundo
viene entonces.
la tarea de restituir el mundo
viene entonces.
Al cielo la ebria luna
que cayó derrumbada en la charca,
la escucha insomne,
perdidos los oídos
por el canto de sirena de nuestra dicha.
que cayó derrumbada en la charca,
la escucha insomne,
perdidos los oídos
por el canto de sirena de nuestra dicha.
Desfallece todo
mientras perdura nuestra entrega.
La noche en algún lado se destiñe de luz,
se desmorona la muerte
entre los besos.
mientras perdura nuestra entrega.
La noche en algún lado se destiñe de luz,
se desmorona la muerte
entre los besos.
Iniciación
La pasión aletea
entre los dedos ciegos
de los amantes.
entre los dedos ciegos
de los amantes.
Torpes manos,
como de cirujano que ha perdido el pulso,
hacen la primera caricia.
como de cirujano que ha perdido el pulso,
hacen la primera caricia.
El
no suicida
En mitad de la noche
y bajo un árbol maduro de pájaros
se acurruca siempre
el no suicida.
y bajo un árbol maduro de pájaros
se acurruca siempre
el no suicida.
Ese hombre
que no disparó su arma
ni al corazón ni al desengaño
llora allí su costumbre del mundo.
que no disparó su arma
ni al corazón ni al desengaño
llora allí su costumbre del mundo.
Preguntando
por el aire
Este aire
que ahora mismo respiro,
¿de mi cuerpo hacia qué cuerpo irá?
¿Quién lo ha remitido a mí?
¿Fue acaso un aire respirado en la risa,
en el llanto, en el momento del amor
o a la hora de salir del sueño,
cuando es aliento cálido el aire que viene de la
noche?
¿Baten las alas del pájaro este aire
antes de llegar al otro
o simplemente va de mi boca a sus pulmones
como me llega el agua del río
por el grifo o la ducha?
¿Qué de mí se va en el aire; qué me llega?
¿Qué último aliento tocará el poema?
que ahora mismo respiro,
¿de mi cuerpo hacia qué cuerpo irá?
¿Quién lo ha remitido a mí?
¿Fue acaso un aire respirado en la risa,
en el llanto, en el momento del amor
o a la hora de salir del sueño,
cuando es aliento cálido el aire que viene de la
noche?
¿Baten las alas del pájaro este aire
antes de llegar al otro
o simplemente va de mi boca a sus pulmones
como me llega el agua del río
por el grifo o la ducha?
¿Qué de mí se va en el aire; qué me llega?
¿Qué último aliento tocará el poema?
Poemas
publicados por la revista Viejo Caldas:
Señales
de difunto
Empezaré por decirles,
que no me importa el refugio.
Sé de antemano donde se halla el lugar,
no sabiendo exactramente
el sitio determinado.
Sin embargo (lo más seguro) iré a ojos cerrados.
Reviviré mi antigua
severidad de rostro
(ahora por razones valederas)
No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados;
tampoco preguntaré
qué se hubo de hipotecar para conseguir la caja
(será incómodo hablar en ese instante),
además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.
que no me importa el refugio.
Sé de antemano donde se halla el lugar,
no sabiendo exactramente
el sitio determinado.
Sin embargo (lo más seguro) iré a ojos cerrados.
Reviviré mi antigua
severidad de rostro
(ahora por razones valederas)
No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados;
tampoco preguntaré
qué se hubo de hipotecar para conseguir la caja
(será incómodo hablar en ese instante),
además ya no tendría palabras.
Al fin soy la figura central en el entierro.
Tus
pechos en tierra.
Abres tu blusa
y avanzan tus pechos
como navíos
en el océano del aire.
Mis manos,
islotes donde encallan.
Pero luego
te vienes hasta mi pecho
y es como si llegaran a puerto,
como si desembocaran
en tierra firme.
En mi boca
-cuando los abandonas a mis besos-
se embriagan
como un marinero en un burdel.
y avanzan tus pechos
como navíos
en el océano del aire.
Mis manos,
islotes donde encallan.
Pero luego
te vienes hasta mi pecho
y es como si llegaran a puerto,
como si desembocaran
en tierra firme.
En mi boca
-cuando los abandonas a mis besos-
se embriagan
como un marinero en un burdel.
Alquimia
Para algunos la alquimia
es trasmutar en la retorta
la escoria en oro.
la escoria en oro.
Para mí es conquistarte,
hacer que me quieras.
Sólo así oro será mi nombre
en el enrojecido
caldero de tu lengua.
Ese es el secreto.
hacer que me quieras.
Sólo así oro será mi nombre
en el enrojecido
caldero de tu lengua.
Ese es el secreto.
Daniel
Ballesteros Sánchez
Manizales, Caldas – 2013.
Manizales, Caldas – 2013.
4 comentarios:
Siempre me da tristeza pensar en que sería hoy por hoy Orlando si no se hubiese ido. Lamentablemente quienes los mataron se niegan a irse. Buena entrada Daniel, gracias por la memoria.
Recuerdo con nostalgia a nuestro Orlando. Pásate por el colegio que hace mucho no hablamos, muy bien escrita como siempre... att: Antonio C.
Ah! :)
Intempestivo...
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