martes, 2 de julio de 2013

Consideraciones frente al caso de Edward Snowden

Hace pocos días invadió los cabeceros de los periódicos, una grave noticia sobre el caso de un agente de la CIA (Central Intelligence Agency), Edward Snowden, que infiltró una serie de documentos que permitieron comprobar que el gobierno de Estados Unidos lleva varios años espiando a sus ciudadanos, tanto los que se encuentran dentro de su territorio como quienes se encuentran por fuera del mismo. El caso se volcó aún más complejo, cuando se supo que el joven había huido del país, y solicitaba a una veintena de países asilo político.

En virtud de su humanidad y valentía, considero que se le debe dar asilo político en tierras suramericanas a éste hombre que, a pesar de haber traicionado la organización a la que “pertenecía”, claramente lo hizo porque puso por encima de sus intereses económicos, un interés primario en la vida de cada ciudadano: la privacidad. Snowden comprendió que pertenece primero a la especie como institución, que a la organización como mecanismo de sometimiento a una pequeña parte de la especie. 


Nosotros, como ciudadanos, nos encontramos fragmentados en dos sujetos completamente diferentes; el primero, es aquel que trabaja, estudia o debate en la plaza pública: el sujeto social como tal. El segundo, es aquel que regresa a casa, y que al traspasar la puerta se encuentra en el ámbito más personal que puede tener todo hombre: el sujeto privado. Es allí donde los artistas crean y recrean sus experiencias, y donde el ciudadano común comparte con su familia o con su propio ser gratos o ingratos momentos, e indudablemente, donde muchos hombres han decidido crear y seguir filosofías e ideas que van en contra del interés de la clase social dominante a cargo del poder.

Es por éste último punto que los Estados han decidido someter nuestra privacidad, creándonos una necesidad, un temor: el terrorismo. Desde la ola de supuestos terroristas provenientes del medio oriente, los grandes capos sudamericanos, los escándalos sexuales europeos y los tiroteos norteamericanos, se ha impuesto una cultura del terror; los mismos Estados que propagan a través de los medios de comunicación diversos prototipos de personalidades psicóticas, que crean sujetos problemáticos en base a las cohibiciones culturales y que, a fin de cuentas, crearon el problema, han creado también la solución: una mayor inversión en “seguridad”. El mismo presidente de Estados Unidos ha declarado que para una mayor seguridad se debe sacrificar la privacidad de los ciudadanos. La seguridad se ha tornado peligrosa.

Si bien éste hombre cometió una traición (del latín traditio, traditiones: entregar, trasmitir algo o alguien al otro bando. Cabe aclarar que en el latín culto, traditio o traditiones, puede también significar tradición o tradiciones; la diferencia es que la tradición es lo que se entrega o se trasmite a las siguientes generaciones, y la traición es la entrega de algo o alguien a la banca enemiga, contraria.), me someto a opinar, haciendo un acto de fe –de los que escasamente palidezco una o dos veces por año-, que lo hizo en beneficio de la humanidad como especie, poniendo por encima la lucha por la privacidad y la libertad sobre una organización que está sujeta a una selecta y pequeña (pequeñísima) parte de nosotros: la clase política gobernante, que con dificultad puedo reconocer como perteneciente de mi propia especie, porque la ambición y el poder mismo los han deshumanizado. Sé también que la deshumanización, desde el Zarathustra nietzscheano, ha sido comprendida como un paso necesario para aquellos que se rigen por el pensamiento empírico-matemático, pero el superhombre producto de la tecnología, la cibertecnología y la biotecnología no puede perder de sus entrañas lo que las generaciones anteriores han alcanzado, derramando millares de litros de sangre: me refiero a los grados de libertad. La historia del ser humano ha sido la misma historia de la lucha por la libertad.

Me causa real y visceral estupor que los mass media y las personas del común se preocupen más por la traición al imperio que por lo que éste joven logró revelar en su osada acción. ¿Cómo es posible que nos intranquilice más la traición a una organización como la CIA, completamente ajena a nuestros intereses, que el hecho de que los gobiernos de turno nos estén arrebatando la privacidad y la libertad?

He dicho anteriormente que la historia del hombre –como especie- ha sido la historia de la lucha por nuestra libertad. Hemos pasado de un sistema sociocultural a otro (con sus doctrinas eclesiásticas y económicas) a riesgo de ver correr ríos de sangre, sólo por la promesa de la libertad (del comunismo primitivo -presos del instinto- al esclavismo -presos de la propiedad privada primaria-; del esclavismo al feudalismo -presos de la religión-; del feudalismo al capitalismo -presos del capital-). Pero cuando una clase social pasa de ser la clase crítica a ser la clase instaurada, la promesa se trastrueca en olvido, y todo aquel que quiera revivirla será sindicado de antiprogresista, retrógrado, conservado o de terrorista, llegado el caso.

Sé cuán difícil es librar una guerra en tiempos donde los tentáculos del poder mueven maquinarias grandísimas que incluyen a cientos, miles y millares de hombres que acatan órdenes y se olvidan de su humanidad. Es por ello que admiro profundamente a Snowden: porque intentó, aun siendo un solo hombre, subvertir las dinámicas de una enorme rueda dentada que no quiere detenerse en su afán de quitar la división de lo público y lo privado, para contrariar la misma esencia del hombre y llevarlo a una encrucijada en la que sólo pueda reconocerse como miembro de una maquinaria indetenible, una maquinaria naturalizada, que supuestamente siempre ha existido y que, por tanto, siempre existirá. La resistencia de un solo hombre en estos tiempos, como héroe espartano, no sólo tiene resonancias de valentía olvidadas por el sujeto contemporáneo, sino que realmente representa lo que tantos soñamos de niños y lo que tantos fueron en el pasado: héroes.

Los héroes aún existen, y merecen asilo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mientras las personas se solidarizen con sus carceleros y con la limpieza social como metodo de mejorar la sociedad, hay pocas esperanzas. Buena entrada Daniel!

Cecilia Suárez dijo...

Hay algo sumamente triste en todo esto: el imperio no descansará hasta ver a snowden sufriendo en guantánamo sus torturas.