domingo, 25 de noviembre de 2012

No me pidas ser tu predicado


En una oración puedo definirte el sexo. Puedo, también, precisarte en un acto de comunicación coherente, como la menor unidad gramatical en mi existencia. Puedo hacer de ti una frase agramática, y restarle importancia a la estructura verbal que es tu cuerpo. Puedo permanecer estoqueo ante tus manos de astromelias, que adormecen al poeta que aún no sabe de su prosa y mucho menos de su lengua; puedo hacerme de ti un sintagma nominal a tu servicio, sujeta, pero no me pidas nunca jamás, ser de tu existencia un predicado, porque no quiero que algún día me acompañes como el verbo que ambos sabemos que eres.

Y ahora que conoces lo que de ti pretendo, ven y acuéstate al lado derecho de mi cama, y has del lado izquierdo de mi cerebro una desconexión neuronal y lingüística bajo tu lascividad imperante, para así ser la expresión verbal de un juicio, donde están juntos tu nombre y el mío.