lunes, 25 de marzo de 2024

Anatomía de Gray, de John Gray

John Gray, autor de mis amores. John Gray, filósofo que tiene un homónimo pésimo escritor (el de las mujeres son de venus y los hombres de marte). John Gray, que publica Anatomía de Gray pero nada tiene que ver ni con la serie, ni con el libro de anatomía: es una estrategia de márquetin.


Anatomía de Gray, publicada en 2009, explora temas que van desde la política hasta la religión, pasando por la ciencia y la ética, con su característico enfoque incisivo y perspicaz. Allí Gray para desentrañar y analizar las contradicciones inherentes a la condición humana y a las estructuras sociales que la rodean. A lo largo de sus páginas, como es habitual, desafía las concepciones convencionales sobre el progreso humano y cuestiona la viabilidad de las utopías políticas y sociales.


Gray argumenta que, lejos de avanzar hacia un futuro de prosperidad y armonía, la humanidad está atrapada en un ciclo interminable de conflicto y caos, impulsado por nuestras propias ambiciones y debilidades. Su análisis lúcido y provocativo ofrece una visión alternativa al optimismo desenfrenado que a menudo caracteriza el discurso contemporáneo sobre el desarrollo humano.

Además, la prosa de Gray es clara y concisa, lo que facilita la comprensión de ideas complejas y profundas. Su estilo directo y sin adornos permite que las ideas centrales del libro resplandezcan con claridad, lo que hace que Anatomía de Gray sea accesible para una amplia gama de lectores, desde académicos hasta personas interesadas en la reflexión sobre el mundo moderno. No obstante hay algunos capítulos de difícil lectura, de saboreo lento.

Para muchos, la visión pesimista de Gray puede resultar demasiado deprimente o desalentadora, y que su escepticismo hacia las aspiraciones humanas puede parecer excesivamente cínico en ocasiones. A ellos les digo: les falta calle.


En general encuentro cuatro grandes tópicos en esta obra:


Escepticismo respecto al progreso humano: Gray desafía la noción predominante de que la humanidad está en un camino inevitable hacia un futuro de mejora continua. En lugar de ello, argumenta que la historia está marcada por una serie de avances y retrocesos, y que no hay garantía de que el progreso tecnológico o social conduzca a una mayor felicidad o estabilidad. Esta visión crítica desafía las narrativas optimistas que a menudo dominan el discurso público. Este es un tópico habitual de su obra y, claramente, en Anatomía iba a aparecer.

Crítica de las utopías políticas: Gray examina críticamente los ideales utópicos que han impulsado movimientos políticos a lo largo de la historia. Desde el comunismo hasta el liberalismo, Gray argumenta que todas las ideologías políticas contienen elementos utópicos que ignoran las realidades humanas y socavan la libertad individual. Al destacar los peligros inherentes a la búsqueda de una utopía, Gray llama a la reflexión sobre las limitaciones de la política como una fuerza transformadora. Este es otro tópico habitual.

Relación entre la humanidad y la naturaleza: Gray aborda la tensa relación entre la humanidad y el mundo natural, argumentando que la idea de que la humanidad puede controlar o dominar la naturaleza es fundamentalmente errónea. En lugar de ello, sugiere que debemos aprender a vivir en armonía con la naturaleza y reconocer nuestra interdependencia con otros seres vivos. Esta perspectiva ecofílica desafía las actitudes antropocéntricas y destaca la importancia de la humildad y el respeto hacia nuestro entorno. Este tópico es habitual en su obra reciente.

La condición humana y la moralidad: Gray explora las complejidades de la moralidad humana, argumentando que nuestras acciones están influenciadas por una variedad de motivaciones egoístas y altruistas. Al cuestionar la idea de que existe una moralidad universal o absoluta, Gray sugiere que debemos aceptar la diversidad moral y reconocer la inevitabilidad del conflicto ético. Esta visión relativista desafía las concepciones tradicionales de la moralidad y plantea preguntas difíciles sobre la naturaleza de la ética humana. Este tópico permanece tanto en sus obras de filosofía política como en las de ecología profunda.

En fin, Anatomía de Gray es un compendio filosófico provocativa y estimulante que desafía las concepciones convencionales sobre el progreso humano y ofrece una visión alternativa y profundamente reflexiva sobre la condición humana y el mundo en el que vivimos. Con su aguda inteligencia y su prosa profunda, John Gray nos invita a cuestionar nuestras suposiciones y a explorar las complejidades y contradicciones que subyacen a nuestra experiencia colectiva.

sábado, 12 de agosto de 2023

Nada personal de James Baldwin, reflexiones sobre la vida en el norte global desde un hombre del sur global

 Más allá de ser un libro increíblemente hermoso, Baldwin nos trae una serie de reflexiones que debemos traer para nuestra vida. Nada personal, todo es para todos:



1. Baldwin aborda brevemente el problema del mito. El tema aquí es que vivimos rodeados de mitos, porque los necesitamos para explicar o llenar de contenido aquello que es inteligible e incognoscible. Y allí han crecido grandes mitos, como el mito de la patria. El problema del mito es que, al final, es inabarcable tanto para quienes lo han incorporado dentro de su sistema de pensamiento como para aquellos que lo inventaron.

2. Las grandes ciudades y grandes países (y los chicos también, pero el lugar de enunciación de Baldwin es EE.UU) han traído un progresivo distanciamiento de modus vivendi más tranquilos. Este distanciamiento, poco a poco, ha acarreado una pérdida sustancial del deleite de las pequeñas cotidianidades que siempre nos hicieron felices, como cantar o escuchar y recitar poesía, como el amor inclusive. El maltrato al poeta, para Baldwin, sólo es un sinónimo de que el colapso se aproxima.

3. Un gran problema en EE.UU -y varias partes del globo- es la permisividad de la violencia. La coacción punitiva Estatal a través de las fuerzas legales del orden pero, también, el ejercicio cotidiano de la violencia entre personas que comparten territorio hacia grupos de odio específicos -como los negros- sólo darán paso a la barbarie, a la aniquilación colectiva, porque es más difícil revisarse a sí mismo y encontrar el origen y los detonantes de la violencia para reducirla que responder con violencia a aquello que construimos como otredad y que signamos como generador de la ira que llevamos adentro -negros, latinos, árabes, judíos, etc-.

4. Las grandes sociedades capitalistas y, en general, las productivistas, padecen de un mal que no es menor: la desaparición del amor. La familia tradicional amorosa que muestra el cine estadounidense es, para Baldwin, una ficción. No conoce la primera familia perfecta y no es que no pueda existir, es que las condiciones de vida en estos países no lo permiten.

5. Hay horas del día -para Baldwin, las 4 a.m.- donde no hay esperanza, porque nada se puede hacer por el día que pasó y porque comienza un nuevo día sobre el cual poco se podrá hacer. La esperanza de decir no al suicidio por responsabilidad hacia los otros que nos rodean debería ser suficiente para continuar.

6. Baldwin aborda el tema del uniforme, que para María Mercedes Carranza eran las máscaras. Todos los días nos ponemos máscaras para caer bien a los demás, para evitar que nos maten, para que su construcción de otredad nos vea de manera que se la piensen dos veces antes de hacernos daño. Sin embargo, las máscaras verdaderas, el cuerpo en los huesos sin uniforme, vale la pena ser revisado.

7. Las relaciones intergeneracionales están cada vez más averiadas. Sin embargo, las generaciones presentes y futuras son nuestra responsabilidad, porque somos los únicos testigos de lo que pasó. Y los únicos responsables, también. El amor es enseñanza de límites, y no permitir que las nuevas generaciones exploren, por sí mismo, los daños que corresponden a la superación de límites que no deben ser pasados.

8. La falta de enseñanza/aprendizaje sobre los límites que otrora se daba de manera intergeneracional ha llevado a venerar la visión de la eterna juventud como una visión. Sin embargo, la vida se trata de asumir la complejidad, no de permanecer en la simpleza.

9. La peor comodidad que hemos elegido como sociedad es la seguridad, porque esta comodidad es inalcanzable. Sin embargo, no dudamos en esclavizarnos para vivir en su ilusión.

10. Hay varias cosas de las que somos cotidianamente víctimas (y victimarios: víctimas de la credulidad universal; víctimas de la indiferencia hacia los otros; victimas del temor universal al amor. Pero, ¿lograremos entender algún día que vale más el otro que la cosa?

11. Educar no es integrarse. La integración destruye la realidad. Integrarse es ser inaccesiblemente independiente; peligrosamente poderoso de ponderar el peligro; habilidosamente usador de medios para cambiar la realidad.


Estas son las enseñanzas que me dejan este libro. Un libro estupendo, de esos que -para quienes nos gustan resaltar y tomar notas al margen- difícilmente saldrá limpio ante la mirada inescrupulosa acompañada de lapicero del lector ocioso. Un libro que, sí o sí, debe leerse escuchando a la gran Bessie Smith y su canción Long Old Road.

martes, 1 de agosto de 2023

Rutas sin mapa: Horizontes de transición ecosocial de Emilio Santiago Muíño

Llego a este libro, Rutas sin mapa: Horizontes de transición ecosocial, y al autor Emilio Santiago Muiño por sugerencia de alguna lectura de Jorge Riechmann, muy posiblemente en el libro ¿Vivir Como Buenos Huérfanos?. Lo pedí por Buscalibre, donde frecuentemente encuentro los libros de las academias españolas de ecología a mejor precio y, como por variar, tardó un montón en llegar y, mientras llegaba, el libro estuvo un par de meses en mi estantería ya que, en la espera, se cruzaron otros libros. Pero hace algunos días llegó el momento del encuentro entre yo como lector y Santiago Muíño como interlocutor a través del libro y, en breve, les cuento mis conclusiones sobre el libro y otros datos que se me van ocurriendo.



En primer lugar, debo admitir que el libro es particular. Empieza como un almuerzo obligatorio que te comes sólo porque sabes que, al finalizar, encontrarás un postre que te encanta. Esto lo puede uno advertir fácilmente desde el índice, donde el nombre de los capítulos finales es, claramente, muy provocativo, y el de los primeros capítulos son de difícil digestión. No obstante, el postre por sí mismo no sería lo mismo sin esa sopa o ese plato fuerte: los primeros cuatro capítulos son el pilar de los últimos cuatro, son el campo de tensión, de debate, de batalla, hasta que se llega al campo de la propuesta, de la seducción, del clímax poético. Indudablemente, es clarísima la influencia de Riechmann en Muíño y, sin lugar a dudas, lo entiendo, porque es una influencia que inevitablemente ejerce sobre aquellos que nos interesa la ecología, que nos preocupa el colapso socioecológico, y que queremos encontrar autores en nuestro español. Tal vez esta característica se haya matizado en libros posteriores, porque este es una de las primeras obras publicadas del autor, por allá en el 2016.

Sobre los capítulos, encuentro varias cosas muy valiosas y otras que, tras estar imbuido en varios libros sucesivos de John N. Gray, me exaltaban. Vamos uno a uno.


El Capítulo 1. Un futuro que se bifurca: Entre el colapso civilizatorio y el aterrizaje de emergencia, Muíño nos recuerda que el sistema está en una ineludible crisis: si se reduce el consumo no funciona, y si no se reduce se acaban los recursos que lo hace funcionar. Hay limitaciones internas del capitalismo derivado de la necesidad de reinvertirse con altas tasas de beneficios, y hay también limitaciones externas provocadas por el choque entre el sistema económico y los límites biofísicos. También hay expresiones contingentes: la división hegemónica económica que plantean, por ejemplo, los BRICS, los fallos de arquitectura económica de la UE, y la pérdida de poder político de la clase trabajadora. Todo esto, y ma´s, es lo que conforma la crisis del capitalismo como patrón civilizatorio.

En general se evidencia la privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas; el declive de la sociedad del trabajo; el decrecimiento energético; la saturación de sumideros metabólicos por efecto de la acción industrial; la sobrepoblación; la intensificación de la dinámica de competencia; las imposiciones e interdependencias con acople tecnológico; el desborde de la esfera política; la mitología arruinada del progreso y su subsecuente sensación de nihilismo y vacíos; el oscurantismo de la sociedad del espectáculo; los aparatos conceptuales y metafísicos inútiles de la economía... Todo esto nos lleva a la necesidad de pensar seriamente en una civilización poscapitalista, que tendrá los mismos alcances del neolítico o la revolución industrial. Mucho de utopismo, mucho de esperanzas, mucho de milagros, mucho de mitos como "la humanidad", el autor discurre entre varias lecciones, propuestas y tópicos que se van volviendo sosos e irreales, casi ingenuos. Pero, de alguna manera habrá que conservar la cordura.

El Capítulo 2. Megamáquina y sujeto automático ha sido un capítulo especialmente hermoso para mí, ya que me permitió volver sobre mi tesis de maestría, Imput y output: la máquina burocrática y la ecología como insumo. Allí Santiago retoma el concepto de Megamáquina de Lewis Mumford: "tipo de sistema social compuesto de multitud de partes uniformes, especializadas e intercambiables, pero funcionalmente diferenciadas, reunidas y coordinadas por un proceso organizado y dirigido desde una autoridad central que combina el monopolio de la fuerza y el del conocimiento científico" (p.39) y lo pone a jugar con un concepto vigente de la obra de Marx: el fetichismo de la mercancía, mostrando que tanto Mumford como Marx tratan de abrir brechas para que el ser humano tome el mando. Muíño propone devolver al ser humano el control y el sentido de sus actos que le arrebató el capitalismo y cuya devolución permitiría "reducir las implicaciones de una transición poscapitalista" (p.43), muy en contravía de los avances de la sociobiología, la neurobiología, los estudios de naturaleza humana y etológicos, y de las ciencias computacionales de la mente que nos vienen mostrando que el ser humano como mera razón es ilustrismo radical y mito

El Capítulo 3. Metafísica económica y oscurantismo espectacular es un capítulo de transición a lo mejor del libro de Muíño. Aquí me puso en sintonía con una de las asignaturas preferidas que dicto, Economía ecológica, y hace una brillante, puntillosa y fina crítica de la economía neoclásica y, en general, de la "ciencia" económica. Muíño muestra que la economía es una ciencia pretermodinámica, predarwiniana y preecológica. Desea desde una visión mecanicista extender a toda la realidad la física newtoniana; tiene una percepción parcelaria, homogénea, fragmentaria y vinculada por las relaciones lineales, tal y como lo menciona en su obra José Manuel Naredo; fomenta la primacía de la idea de equilibrio; y tiene una epistemología-metodología de la abstracción.

Después de esta crítica, llega a uno de los queridos de esta casa, Guy Debord. La sociedad equipara conocimiento a información y, en este mundo del dato, las dimensiones del espectáculo tienen un ruido inmanejable, un volumen de información imposible de comprender, pensar, digerir. Además, hay un proceso de hiperespecialización que afecta el conocimiento reflexivo y de síntesis. La inmensa disponibilidad de instrumentos que se usan, se usan sin saber cómo funcionan o si se deben o no usar; la homogenización cultural tiende a extinguir miles de saberes y códigos culturales ecológicamente adaptados a realidades locales; la pérdida de diversidad suele se el prolegómeno de la extinción; el capitalismo sufre un "progresivo deterioro en el grado de control sobre sus propias dinámicas (y una) pérdida de capacidad del pensamiento estratégico" (p.60); la realidad como un torrente de acontecimientos abrumadores e inabarcables nos mantienen en el presente perpetuo; una década es considerado "largo plazo", una absoluta burla de los tiempos de la vida; y al fuerza de la imagen construida por el terrorismo psicológico del espectáculo prevalece.

Para el Capítulo 4. El callejón sin salida de la política moderna Muíño nos recuerda la teoría de la convergencia de sistemas: el capitalismo y el socialismo convergen en un sistema común secuestrado por la lógica económica (a lo que también llamamos, convergen en que ambos son productivismos.

El mapa ideológico moderno, que va de izquierda a derecha, cada uno con su acepción radical, es una competición por recursos sociales entre tareas igualmente necesarias que impone el proceso de valorización capitalista, nos recuerda de Robert Kurz. En este estado de cosas, las ideologías casi han desaparecido (al menos las políticas); los contenidos valorativos sobre la vida política pública son similares; hay diferencias entre izq/der sólo en aspectos culturales residuales como el aborto, el matrimonio diverso, el laicismo, y la multiculturalidad; y las principales diferencias entre ambos radican en los modos de gestión (keynesianismo vs monetarismo; política de crecimiento vs políticas de austeridad) sobre un proyecto que para ambos es incuestionable (capitalismo).

El Estado está sometido al mercado capitalista. La política moderna no es una esfera independiente sino subordinada a la economía. Por eso, es importante que al pensar en poscapitalismo tengamos claro que tomar el poder no es: Asaltar el Palacio de Invierno, el de Liévano o el de Nariño; ganar las elecciones; llegar al gobierno; ignorar la existencia de los otros poderes (como el económico, o el de medios); y modificar las formas de vida. La transición poscapitalista deberá ser libertaria, nos dice Santiago, por amor a la libertad y a la democracia directa, y por la necesidad de desbordar los cauces de las instituciones del Estado.

En el Capítulo 5. Doce tesis sobre la transición sistémica socialista y su legado, el autor nos habla de socialismo como proyecto poscapitalista; sobre modelos de interpretación del socialismo como modelo sociometabólico; el socialismo como aspiración de patrón civilizatorio que fracasó y no se sabe si es ontológicamente posible que lo logre; la inversión en ciencia como fuerza productiva y no como fuerza de trabajo para la creación de riqueza material de unos pocos; el socialismo real como espacio político agorafóbico y con pánico al mercado; el socialismo real, su relación con el terror político y el terror económico; el paso del triunfo revolucionario a la burocracia estatal excesiva y oscura; la planificación central como modelo insuficiente para el primer mundo; el deseo de las personas a vivir sin leer el mundo como una lucha de clases; el mundo socialista incapaz de proyectarse como una sociedad de bajo consumo; y la necesidad de que el poscapitalismo rechace el socialismo del pasado, no sin dejar de aprender de este.

Una parte maravillosa. El autor nos recuerda que George Orwell decía sobre el anarquismo: "No tiene por qué suponer un mundo hambriento o incómodo, peor descarta el tipo de existencia que incluye aires acondicionados, molduras cromadas y aparatos diversos, y que actualmente se fomenta como el más deseable y progresista. Los procesos que requieren fabricar, pongámoslo por caso, un avión, son tan complejos como para que solo se puedan acometer en una sociedad planificada, centralizada, con todo el aparato represivo que conlleva".

En el Capítulo 6. Hacia un movimiento de ciudades en transición poscapitalista, Santiago nos reitera que las ciudades modernas dependen de un modelo social basado en energía barata. Esto no quiere decir que la ciudad vaya a desaparecer, sino que el modelo de ciudad entrará en crisis previo al colapso, y que habrá un éxodo de la ciudad al campo que, necesariamente, nos llevará al debate de reforma agraria.

En el siglo XXI la ciudad seguirá creciendo, y seguirá siendo central en la configuración del poder político. La ciudad trae unas ventajas para el poscapitalismo: la mayoría vivimos en ciudades; allí hay inmensa riqueza social y humana; y hay una amplia gama de conocimientos/experticias.

El Capítulo 7. El vértigo del funanbulismo: las estrategias duales como proyecto político", nos muestra que el psocapitalismo es un hecho que se viene dando de varias maneras, desde las formas embrionarias poscapitalistas leídas por Kurz; las acciones intersticiales leídas por Joaquim Sempere; los espacios de nuclearización de prácticas poscapitalistas leídas por Antonio García Olivares; las utopías reales leídas por Erik Olin Wrigt. Pero ¿estas escalas de intervención son suficientes?

El capítulo va de muchas cosas que deberá explorar el lector. Mis principales aprendizajes de allí son que las estrategias duales, a corto plazo, requerirán de procesos constitutivos, constituyentes inclusive, abiertos y de izquierdas para abrir espacios estratégicos a mediano plazo; también requerirán de la fundación de partidos sociales, que no políticos, entendidos como colectividades heterogéneas, relativamente organizadas, vistos como un horizonte de comunicación y con rituales relativamente periódicos; también, debemos recordar que ante grandes circunstancias se hacen esfuerzos políticos que controlan incluso el poder económico/industrial; que el reto de la ruptura o revolución siempre será la estabilización y rutinización; y que la conmoción social y el frenesí de acción directa son tragos que necesitamos beber a borbotones en este momento.

Por último, llega el Capítulo 8. Votos colectivos de lujosa pobreza", una magnífica invitación a la austeridad, a la autocontención, y a volver a valorar el universal poético en nuestra cotidianidad por encima de la necesidad de medir nuestras vidas con base a lo que consumimos. El autor nos recuerda, y estamos de acuerdo, que la civilización capitalista está en crisis, y que el fantasma del comunismo debe ser reinventado (o, para mí, definitivamente asumido como tal, como un fantasma inexistente).

En este orden de ideas, cabe recordar que todos los habitantes del capitalismo desarrollado o del primer mundo viven por encima de las posibilidades energéticas y materiales del planeta, aunque hayan personas más responsable que otras, como las élites; es necesaria la contención y la renuncia para enfrentar el colapso; las nuevas sociedades deberán estar centradas en la satisfacción esforzada de las necesidades biológicas, y no de las creadas por el mercado; la nueva pobreza del primer mundo, como el aislamiento y la soledad, empieza a mezclarse con la vieja pobreza de siempre, como el hambre, el calor, el frío, los problemas de salud, y esto hace parte del colapso; es probable que la mayoría de las personas confíen en la extrema derecha antes de que acepten una vida comunitaria y sencilla; las fantasías de mantener alfo de la opulencia que se ha ido y se irá perdiendo en la medida que avance el colapso socioecológico por el ecocidio vienen de la mano de totalitarismos que, para garantizar la ilusión, no dudarán en ejecutar genocidios; y el ecofascismo no es utópico. Es un imaginario de las élites tecnológicas del siglo XXI, maltusianas e incapaces de pensar en la renuncia.

En fin, el poscapitalismo requerirá de mitos colectivos y fundacionales, equivalentes funcionales de la religión. Allí, nos dice Muíño de manera potente y hermosa, hará falta un poeta como Whitman. Debemos convencernos, con profunda convicción, que el colapso socioecológico ya está aquí, que no hay reversibilidad, y que lo máximo que podremos lograr es la defensa de la libertad y la sustitución de la moribunda megamáquina en vísperas de disminuir los grados de dificultad que acarrearán, de por sí, el colapso. Que no hay mapa, pero hay rutas. Que no hay mapas, pero hay principios. Que no hay mapas, pero hay un principio y debe ser, básicamente, ayer.

viernes, 28 de julio de 2023

De choques, sexo y fetichismo de la mercancía. J.G. Ballard y su novela Crash

Esta es una novela difícil de leer. Difícil, especialmente, porque va de la "sinforofilia", parafilia donde la excitación sexual gira al rededor de la observación y, rápidamente, la vivencia de un desastre, en este caso, automovilístico. Es una novela sobre el placer de ver o estar en un automóvil que se estrella, de ser la víctima o el victimario de un choque. Además, es una novela muy emocionante. Emocionante porque va de lejos del canon distópico y futurista de J G Ballard y es una obra arriesgada, sucia, llena de piezas cromadas, plásticos, accidentes, olores, sexo, fluidos y mucho, mucho fetichismo, todo tan bien descrito que cada vez que cierras el libro tendrás que ir a lavarte las manos, o a mirar en el espejo si no te ha quedado una cicatriz después de un choque.


Y hablando de fetichismo, esta novela va de un fetichismo, más que llevado al extremo, puesto en algo tangible como lo son los accidentes de tránsito: el fetichismo de la mercancía, en una ciudad donde la producción del mercado -los automóviles como tótem del capitalismo industrial del siglo XX y lo que va del XXI- se han hecho el centro de la vida social, cultural, política, y urbanística hasta en el ámbito erótico-afectivo-fetichista. No hay una relación directa entre los protagonistas, sino siempre mediada o deseablemente mediada a través del automóvil. La sinforofilia aquí, de lejos, es una simple parafilia: es la loca relación que hemos establecido con los autos y, llevando el choque automovilístico a la pulsión del deseo, nos recuerda que cada vez que usamos un carro estamos más cerca de la muerte, tanto por el carácter individual o relacional de un choque, como por la contribución del automóvil al colapso ecológico. Conducir es, pues, una marcha hacia el abismo, hacia la nada, hacia la muerte, y lo hacemos gustosamente. Lo mismo con el automóvil como signo del progreso: un andar siempre adelante aunque adelante haya un muro que no podamos sobrepasar y en el cual, inevitablemente, encontraremos nuestro "crash". 


Nota (no la he visto): Hay una película de esta novela, homónima del libro, dirigida por David Cronenberg en 1996 y remasterizada para Cannes en el 2019, protagonizada por el gran James Spader (quien recientemente nos despidió de la mejor serie de todos los tiempos, The Blacklist, con un pueril final -aunque para nosotros, sus seguidores, cualquier final que nos alejara de verle iba a ser un mal final-), Deborah Kara Unger y Holly Hunte. Una película censurada de un libro censurado que es el fiel testimonio del fetiche del homo sapiens por ser, a través de la muerte -que es la única ruta posible-, un homo ludens que escapa de su naturaleza para hacerse máquina. 

Muy recomendada.