viernes, 31 de diciembre de 2010

Otro año que pasa.


Sentado en una silla forastera, en una casa impropia, mientras un piso abajo hay unos cuantos ebrios bailando, cansados ya de tanto licor furioso, mirando a través de una ventana una ciudad apagada, efímera, vacía, sin ímpetu y sin alma, me pregunto ¿qué pasó con la navidad?; y se viene a mi mente mi infancia. Siempre fui una persona (aún lo soy) que muy a pesar de tener la conciencia sucia, poco le ha importado. Desde muy chico supe la verdad del niño dios, de santa, y de todos esos extraños personajes que iban a  mi casa a dejarme regalos y disfruté, hasta los 14 años, mantener a mi familia engañada haciéndoles creer que todavía creía que existían. Pero ahora comprendo que esos personajes son parte de la magia de la navidad, del encanto único e inigualable, del ambiénten contento que se respira más allá de los regalos y el consumismo que en esta época se maneja. El engaño no fue al final más que un medio para llegar a un fín: la sonrisa de mi familia cada vez que creían que me engañaban sacando sus regalos para sorprenderme.


(24/12/2010)

Ya próximos a que se termine el año, un año que va, un año que viene, sigo con la misma pregunta que me llevo haciendo hace ya muchos ciclos de tiempo. ¿Dónde va el tiempo vivido? ¿Dónde van los años?... Y no dejaré que me atormente más esta pregunta, la responderé sin importar cuestión lógica: los años vividos van a los recuerdos que se auscultan en nuestra memoria. El año no se mide en tiempo, se mide en momentos, en circunstancias, en palabras, en poesía, en música. Se mide bajo el manto de los instantes que viví con ustedes, que dejaron huella en mí ser.

(27/12/2010)

Próximo al tiempo, naufrago como siempre de éste, me siento bombardeado de tantos recuerdos, y ¿cómo no agradecerles a todos ustedes?, si marcaron mi historia y la hicieron propia, si me acompañaron en este camino. Y yo tampoco olvido el año viejo, por que me ha dejado cosas muy buenas… no me dejó ni una chiva, ni una burra negra, ni una yegua blanca, pero sí muchas personas, si muchos amigos, si muchas experiencias, si muchas oportunidades, si un gran amor. Entonces agradezco, por no dejar que las manecillas del reloj se desvanezcan en la distancia. Por ocultar mis secretos. Por reír conmigo. Por hacer real tantos preludios de nuestros anhelos. Por armar mi mente de ideas.  Por las lágrimas, a veces de felicidad, a veces de orgullo, a veces de dolor. Por ser conjuro de ilusión remota sin desbordar herida. Por ser parte de la felicidad, por que la felicidad no es la meta, sino el camino. 

(31/12/2010)

D.B.S.

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