SE TRATÓ DE LEVANTAR DE SU CAMA UN TANTO ASQUEADA. NO recordaba nada de la noche anterior más que esos ojos azules, azules como la
infinidad del océano en la noche acrecentada, azules intensos, azules
penetrantes.
Era cerca de las 12:30 del mediodía; lo supo por la propaganda de
Bretaña que se escuchaba en la casa de enseguida. Sintió las secuelas de una
noche sin memoria subiendo hasta su boca; sintió cómo sus líquidos estomacales
le quemaban la infinidad de su garganta. Trató de aguantar el vómito un par de
lentos segundos mientras corrió hacia el lavado. Se dio una ducha. Las primeras
goteras aguardaban asesinas, frías; habían esperado toda una noche para
atacarla desde su cabeza, pasando por la espina dorsal, tocando su cintura y,
sin bajar por las piernas, saltaron a la cerámica, destrozándose en cada uno de
sus átomos: dos de hidrógeno volaron hacia un lado mientras uno de oxigeno se
evaporó en el tiempo.
Jazzmine aún olía a néctares salvajes y amores fugaces; aún husmeaba el
humo del hachís, de esa vía de escape a este mundo desalmado, porque ella como
muchos no quiere estar más en este bosque frondoso de asesinos de sueños a
sueldo. Su conciencia tartamudeaba agonizante al ritmo de su sien; es conciente
que vive en una ciudad sin memoria, sin quimeras, llena de un progreso
discordante donde el retroceso triunfa sobre los rostros ilusos que creen que
todo estará mejor, pero Jazzmine sabe que la cosa no es tan fácil, ¿acaso se
puede vivir libre en una ciudad que se cree europea, esclava de la política, de
la iglesia, dónde los barrios de los ricos tienen nombres de ciudades extranjeras
y los de los pobres de santos y paraísos inalcanzables? ¡Que va, pura mierda!
La noche anterior había estado en la casa de Mauricio (o Mauro, como le
decían sus amigos de cariño), un viejo compañero de revolución e infancia. Allá
la conoció. Ella es un poco mayor, dos o tres años más, con pelo rubio en
varios tonos y esos ojos azules. Sus pecas en el rostro dan la sensación de que
al unirlas, revelarán un mapa. El tizne de los cigarrillos flotando en el aire
mezclado con “la maría” que se consumía, el sutil olor a perfume de hombre que
ella usaba, la pared agrietada blanca hueso, el piso baldosado, el tutú de
cuerda que baila al compás del primer ballet de Tchaikovski, le lac des cygnes, la vieja colección de
poesía de Baudelaire suspendida de un par de bases metálicas y el
portarretratos de Marilyn Monroe al lado de la foto de una niña sonriente, y el
sofá, de color violeta lúcido y negro. Ahí estaba ella, cruzando su mirada con
la de Jazzmine, y luego ocultándola en el libro que tenía en sus manos, con una
sonrisa sagaz y taimada que decía tanto pero que tanto callaba. El tiempo a
Jazzmine se le perdía entre el deseo de tenerla en su habitación o en la de
cualquiera, besándola desde su boca, desde esos labios rojos pulposos, bajando
hasta su escote, desvistiéndola de sus ropas y vistiéndola con su cuerpo,
mientras su bragadura húmeda pedía a gritos sordos un poco de sus jugos
gástricos, de esos jugos gástricos que produce el amor.
Diario
de Jazzmine – Pág. 34.
Mi novio yacía tirado en el piso, ebrio y dormido. Nuestra relación está
igual de resquebrajada que las paredes de esta casa. Siempre él ha sido
perfecto. Demasiado perfecto para un ser imperfecto. Siempre soy yo quien se
equivoca. Siempre él ilumina el horizonte, el sol, siempre tan amarillo y yo
tan negra, tan noche, tan oscura. Ser el uno para el otro no es más que una
ilusión vacía y un vaso roto; roto porque siempre pensé que así era, pero no, nunca
más, nunca será. El amor parece ser un destino poético, pero la culpabilidad
remuerde, carcome… tantas lágrimas, dolores, engaños, tanta culpa y tú tan
sano, tan santo. Así que esa noche me entregué a mi instinto a la par que
decidí hablarle a la chica de los ojos azules. La sombra era perfecta.
-¿Qué lees?- Pregunté.
Sin mirarme, me respondió...
-“Los poetas, amor
mío, son/ Unos hombres horribles, unos/ Monstruos de soledad, evítalos/ Siempre,
comenzando por mí./ Los poetas, amor mío, son
Para leerlos. Mas no hagas caso/ A lo que hagan en sus vidas”.
Para leerlos. Mas no hagas caso/ A lo que hagan en sus vidas”.
- El príncipe de los cocheros.
- El mismo. Mucho gusto, Isabella.
Isabella, Isabella… si estuvieras al corriente que serás el amor de mi
vida... Si supieras que bramo demente y dicotómica entre tu cuerpo y tu alma…
si supieras cuánto me quiero embriagar con tu pudor y tus vicios… si supieras
que te renunciaré en la mañana.
La noche se acortó entre poesía, humo, alcohol, tus manos y mi cuerpo…
Dioniso me hablaba al oído mientras yo hablaba en el tuyo. Tú, mi afrodita, me
seducías de manera incontrolable, mientras en mi cuerpo estallaba un cóctel
molotov de sensaciones que tanto extrañaba. Te llevé a la habitación de
Mauricio.
La cama, la cama también se nos quedó corta. Tu pálida piel
se mezcló con la mía, dorada. Tus manos se apoderaron de mi cuerpo mientras yo,
derretida en tu cintura contaba tus lunares cerca al ombligo. Mi lengua le
contó un susurro carnal y erótico, humano y divino, a esa curvita detrás de tu
oído, mientras con tus manos desgarraste mi espalda. Tus gritos armónicos y
recios, me recordaron The
great gig in the sky de Pink
Floyd. Tu busto prominente lo sentía cálido en mis pechos, mientras nuestros brebajes
salvajes, inquietos, intrépidos, recorrieron la noche, la cama, el momento y el
tiempo que se nos hicieron cortos entre tanto derroche de amor y sensualidad.
El alarido orgásmico, la sonrisa y el delicioso silencio que viene después. “La gran religión es la metafísica del sexo”.
Te quedaste dormida en mi torso mientras yo miraba al
infinito maravillada, con mis manos entre tu pelo que caía sobre las sabanas
mojadas y locas, en esas cuatro paredes que guardarían nuestro secreto de lujuria
y un poco de amor.
24/11/07
Jazzmine se despertó en el amanecer, llamó un taxi y llegó a su casa.
Recordó los versos de Jattin, y borró el número de Isabella. Llamó a Javier, su
futuro exnovio, y dejó un mensaje en su contestadora.
-Esos nuestros sueños de un mañana juntos, se difieren entre espesas
líneas. Porque esas mis ganas de cambiar al mundo, difieren de tus ganas de
cambiar el tuyo, y nada más. Porque esas mis ganas de entender un poco más,
difieren de las tuyas de seguir igual. Porque esas mis ganas de sentir, de
volar, difieren con las tuyas de salir y hacer lo mismo que todo el mundo.
Porque esas mis ganas de vivir la vida, difieren con las tuyas de planearla.
Adiós.
Sacó su cuadernillo de pasta dura y su esfero. Puso un
cigarro en sus labios mientras escribió un par de versos entre línea y línea…
Dulce niña.
Si supiera el mundo
de nuestro secreto.
de nuestro secreto.
Si se enterara
de tus dulces besos,
y de las noches que,
entre sueños,
he dormido contigo…
Ay, mi bella salmunuz
si supieran que a escondidas
ocultamos nuestros sueños
y nuestras voces,
mientras tus gemidos hablan.
si supieran que a escondidas
ocultamos nuestros sueños
y nuestras voces,
mientras tus gemidos hablan.
Si supieran de tu lunar
cerca al ombligo…
2 comentarios:
Definitivamente embriagador, bohemio y ciertamente perturbador. En cada lugar de la noche hay un secreto a voces que los moribundos descargan en poesía. Maldito de aquel que duerme en las noches.
Como siempre tener un honor tener un poeta como usted leyendo mi blog. Su comentario embarga en mi una profunda alegría, reflejada en que ha entendido en su totalidad mi mensaje a través de el escrito. Gracias.
Publicar un comentario